Tuesday, June 28, 2005

La despedida

La despedida será nuestra,
simple como tus brazos,
como mi mis dedos actuando.
Simple como tu amor en domingo
como una gripe tomada en la iglesia,
como una visita al mercado,
así de simple.
Yo te espero en casa,
desnudo,
preparado.
Descuida,
se que vendrás cansada del trabajo,
es por eso que la despedia será rápida,
como no lo son tus jornadas,
como se te van los domingos,
así de rápida.

Carlos le espera en casa...

Tus labios

Bésame con tus labios falsos,
los que tienes de aluminio,
aquellos que te has ido haciendo con el tiempo.
Cómeme.
Mójame el cuerpo con tus fríos labios,
deja partes de mi entre tus dientes,
termíname en tu boca,
en tu falsa boca...

a c á b a m e...

Sunday, June 26, 2005

Las alas de Mario

Mario siempre quiere volar,
el ha fabricado sus alas para poder escapar de sus días, de su prisión.
Mario siempre ve hacia la ventana,
esperando que en algún momento el mismo se atreva a volar...

Saturday, June 25, 2005

Como tú

Tú eres el único que puede hacerme llorar. Nadie jamás podrá dañarme mientras me toca, nadie sabrá como zurcir mejor sus uñas en mi espalda, ninguno como tú.

El permiso

Te permito la manía, que esta vez quiero llevarla acabo. Te obsequio mis orejas ¡vamos!, recórrelas, pasa tus caricias finas por sus relieves, por estos cartílagos tuyos. Esta vez me entrego, para siempre me entrego.
Tómame desde las orejas, haz todo lo tuyo, lo que me viene alejando de mi desde el encuentro, ya no duermo, ya ni vivo, sólo tómame, respira sobre mis tímpanos, traspásalos con los dedos, con tu aliento entero traspásalos.

Verónica permite...

Friday, June 24, 2005

La Promesa

Como olvidar las manos prometidas, las que huyeron en tu deuda.
Como mirar al tiempo, a la promesa, si mis ojos están ciegos y mi memoria cansada. Tu espalda vive añeja, tus pliegues deben estar bellos, secos, acabados. La noche que era nuestra, hoy muerta. La tristeza de las tardes puesta en la mesa, ajena, salada. Tus brazos huidos ya no duermen cerca. Tu voz se ha caído. Nos recuerdo lejos.
Báñame esta noche sin que vengas, sin que reconozca tu cara. Cubre las heridas, cúbreme los años. No me dejes solo. Encuéntrame en el baño, esperaré en silencio. Yo besaré tus manos, tú limpiarás la deuda, despacio, despacio.


La deuda de Mónica

Saturday, June 18, 2005

COMO ELENA

La ara�a de la esquina de mi cuarto es muy inteligente. Quisiera ser ella. Quisiera tener esos ocho pares de p�rpados conmigo para poder cerrarlos, pero s�lo tengo dos, quienes ciegan a mis quebradizos ojos cuando no quiero ver.
Las noches para ella son sencillas, aunque poder dormir involucre cerrar tantos diminutos ojos. Los libros de mi papa suelen llamarle ocelos a los �rganos visuales como los del actual hu�sped en mi cuarto, pues tienen s�lo una lente cada uno de ellos.
Mi papa es entom�logo, es por ello que siempre estoy pensando en los insectos, en como viven y en su anatom�a.
Llevo compartiendo la habitaci�n con este noble ar�cnido hace ya m�s de dos meses. La he nombrado Elena. Llevamos una buena relaci�n, en ocasiones le traigo moscas frescas y las coloco en su tela como fingiendo que han ca�do en ella gracias a sus torpes alas, pero Elena y yo sabemos que es completamente falsa su ca�da.
Nos queremos. Se que ella me quiere, que me estima tanto que cuando no quiero ver en las noches ella cierra todos sus ojos por m�, me hace sentir refugiada, alejando al dolor y a los miedos, clausurando las dos fuertemente a la vista.
Nunca me han gustado las noches, representan la muerte de mis d�as. No me gusta dormir, tampoco mi cama. Prefiero estar con el sol, en la escuela, estudiar y jugar. Casi no estoy en mi cuarto, me es inc�modo, mi ara�a lo sabe mejor que nadie.
Cada vez que se oculta el sol me invade la tristeza, la desesperaci�n, me siento condenada por las noches, es un castigo eterno que he venido recibiendo.
Creo que soy una mala hija, que no me comporto como una ni�a de seis a�os deber�a hacerlo, debe ser eso, pues explica por que mi madre muri� antes que mi memoria pudiera guardarla, y por que las noches no me quieren.
Las noches me son muy oscuras. Le temo horriblemente a la oscuridad, aunque m�s que temor es un odio acumulado que me atrevo a aceptar solamente en los d�as, con luz y con mi ara�a.
La oscuridad es amiga de mi padre. Ambos son iguales. Ambos me lastiman por las noches, ni las sombras ni papa me quieren. Lo �nico que me resta hacer ante el asalto nocturno es llorar, llorar por el dolor, con los ojos cerrados, con la fuerza de ocho ojos es como lloro, para no ver, para no memorizar a mi padre como mis piernas lo sienten, para no saberlo respirando en mi espalda, haci�ndome heridas con sus manos, las que nunca deja sanar.
Quiero ocho ojos que poder cerrar, con quienes llorar todo el dolor. Mientras tanto lloro con Elena, lloro como Elena.
�Tu peque�a entom�loga, M�nica.

Wednesday, June 15, 2005


Siempre me ha gustado tu baño, debo admitirlo. Más que nada me agrada el verte ocupándolo, yo desde el cerrojo y tu en la tina aseándote, descansando con tu cigarro. Se cuidadosa amor, que a la hora de tu baño uno no sabe que hacer, uno no sabe que hará...

Tuesday, June 14, 2005

Doliéndome por los sonidos

Si alguna vez me llegara a hacer daño sería mientras escucho una pieza instrumental, eso me torturaría de verdad, lo juro. Lo haría, la música me duele hasta la musculatura, contrayéndola desde la percepción de los sentidos, lastimándola con sus ondas sonoras para mostrarme que uno sufre en el tiempo que decide hacerlo frente a cualquier circunstancia o recurso. La música es el mío, siempre está ahí en el momento que le necesito, cuando el dolor verdadero está muy por debajo del solicitado. Sí, ahí está para mí.

Podría tomar las imágenes para lastimarme y emplear el recurso visual como mi colaborador. Dejándome observar fotografías, textos, emociones a través de rostros ajenos y contemplarme en el espejo mientras lo hago para verme fingir sentir algo y de esa forma dolerme. Pero no, lo auditivo está en mí y la mejor manera de sentir la intensidad del dolor es por medio de los oídos, de esos compuestos por tres elementos primarios que me son familiares y aliados desde la infancia, esos que hacen que mí cuerpo y la persona dentro de él se castiguen cuando así lo desean.

Los sonidos están siempre en el aire, presentándose ante los oídos por ondulaciones, esperando ser escuchados por la vida durante todos los días, pero conmigo no, no acostumbran esperar, normalmente yo los espero y en ocasiones nunca llegan.

Si, en verdad que sí, el malestar y la aflicción me llegan por los oídos. Pero cuando hablas y me das a entender todo aquello, por lo que crees que debo sufrir, no, no me hieres aunque te lo propongas, no alcanzas a afectarme. Sólo podría llegar a dolerme la música, más no me he dejado doler por ella nunca, menos los lunes por la mañana.

Tu amante, José…

Monday, June 13, 2005


Me quedé esperando a la tarde, me quedé esperando a Renata...

Thursday, June 09, 2005

Repetidos intentos

Si sigues amando como dices que lo haces,
a repetidas lesiones,
por favor retira tus manos
y tranquilamente cállate.
No me toques,
que no me quiebro,
que ni soy de vidrio
y mucho menos frágil,
que entera,
frágil y cierta
es la idea de nosotros,
la que después de acabada
se hunde más y más cada día,
en la tierra,
en el viento
y en tus ojos,
ya está terminadamente hundida.
Diciéndome que quieres,
la verdad no te creo.
Que tu boca aunque seca y partida en pedazos
sigue llena de mentiras.
Que con lo días eso de mentir,
de decir repetidamente que amas,
a lesiones,
intentos de caricias
y frecuentes agresiones
para confirmarte,
engañarte
e intentar matarme
aún,
no se acaba.

El amor lastimado en Mónica...

Wednesday, June 08, 2005

De tus cartas

Ya no más cartas amor,
que a este tiempo no te quiero
y aún menos leer.
Deja de escribirme,
de poner palabras con las que me dices querer,
con las que dices amor a golpes,
entre dos o tres tecleos oxidados
de un alfabeto comido,
el de tu sabia
y vieja máquina de oficina.
te lo pido,
deja de decir quererme.
Déjalo de una vez por todas,
termina de teclear tu fallido amor,
el de las cuatro letras,
que hoy ya no quiero leer.
No,
esta vez en realidad no deseo quererte.
Guárdate una a una las cartas,
cómete todos esos dulces de los que me hablas,
toma a grandes y ahogados tragos aquel vino que seguido me ofrecías,
arranca las cuatro letras,
destroza la máquina
y por favor
déjame vivir.

Correspondencia para Mónica

Mónica rendida

Monday, June 06, 2005

Todo los de tus sueños, todo lo de mis actos

Creo que puedo hacerlo, esta noche si podré. Contaré los sonidos, tomaré la precaución para jamás ser visto. Lo haré bien, no haré ruidos, traeré la tranquilidad con mis actos, me moveré cautelosamente, no me caeré, no voy a estropear tu escena, te querré dormida, así trabajaré mejor, así te obtendré, con la adecuada pasividad del sueño, con la desnudez de agrado, con ese trajecito tuyo, te atraparé en esa posición, evitaré que te alertes. Quiero dejarte para siempre dormida, con esos sueños, con ese cuerpo.



Enrique en Vigilia

Diálogos de Junio

“Eres mi remedio en la semana para evadir el arresto, el que siempre trae preparado en sus manos la tristeza"

Octavio Evadido

“Te regalo mis lágrimas. ¡Anda!, tómalas son tuyas, las he ido llorando para ti todo este tiempo. Llévatelas. Una a una vete guardándolas. Se cuidadoso con ellas, pues son frágiles, son nuestras. Te lo pido, esta vez no vayas a lastimarlas”.

María Víctima, María Ajena

Sunday, June 05, 2005

Tus Zapatos

Me encantan tus zapatos. Son lindos, precisos y filosos..¿Alguna vez te lo he dicho?
Siempre contigo son tan marrón. Vistiendo a tus pies de café me van obligando a verlos, mientras te vigilo y tú ni en cuenta, ellos bien me obligan.


Enrique en vigilia

Saturday, June 04, 2005

El Contrato

Desde el inicio siempre he creído extraño el trabajo para el cual me has contratado. La labor de irte sirviendo té en el transcurso de la mañana, es un oficio muy raro, debo admitirlo. Ver como las horas se van pasando y seguimos con la misma actividad, yo preparando tu bebida con distintas plantas y semillas de tu propia casa y tu remitiéndote a beberlo con las piernas cruzadas y el libro en la cara, siempre esperando a que llegue con la cafetera en la mano para llenar la taza acostumbrada, la que deshechas después de la jornada y renuevas al inicio de la otra.
Si acaso me preparo alguna taza de té, es por las tardes, después de la comida y el descanso de la dura misión diaria, la que prometí laborar. Hago el té que sea, no me importa el tipo, no soy muy quisquillosa en el sabor y el origen de mis bebidas, lo hago más que nada para saber la sensación por tu garganta al dártelo en dosis de pequeñas tazas todas las mañanas.
Me sorprende el hecho de la extensión de mi trabajo, aunque no me molesta trabajar tantas horas, mientras tu sigas bebiendo la taza entre ellas, me será agradable la jornada. Pero una cosa si, la que con frecuencia me pregunto: ¿Cómo puedes tener tal adicción a beber mi trabajo? Debe ser algún fetiche tuyo que has traído encima desde la infancia, el cual me va agradando un poco mas todas las sesiones, todos los horarios.
Nunca creí tan placentero el hecho de servirle té durante nueve horas a alguien, tu bien sabes que yo nada más te atiendo a ti, para eso fui contratada, aunque de trabajar en un restaurante del cual fueras un cliente, haría lo mismo. Te atendería únicamente a ti, fingiría ser distraída y pasearme por los demás clientes sin atenderlos, terminaría siempre llenando tu taza cada vez que tomaras un tercio de ella, lo haría exactamente igual que en la actualidad, dándome el placer de dar placer.
Con todo este tiempo en nuestro contrato, he venido pensando que si tomas tanto té ¿Dónde es que te queda el día? No creo que debas pasarte la vida tomando diuréticos, ¿Y tu cuerpo mi buen Sebastián? ¿Dónde queda? Debes irlo queriendo, no puedes irte viviendo con el puro té, así te desgastarás el bello cuerpecito que tienes.
Mi hermano dice que sería un acto creativo y bien remunerado el intoxicar tu ridícula bebida, pero creo que nos perjudicaría a ambos de hacerlo, estropearía la exaltación del momento, callaría nuestras respiraciones para siempre con el simple hecho de impedirte tomar el té, de matarte en la jornada.
No creo que sea una obsesiva, pero me apasiona verte acercar la taza a tus labios, esos tan rojos y bellos, esos que sostienen a un bigote discreto, esos que no puedo dejar de ver, de querer tocar y morder, esos de los cuales deseo beber tu té, pero quiero que sepas que no me importaría el sabor de éste, sólo el sabor que le da a tu saliva, a tus labios. Deseo beberlos poco a poco, sin acabarlos, sin interrumpir tu lectura, sin que prevengas que me los ando comiendo, sin que te des cuenta de la sensación que me produce el servirte té, el morderte los labios lentamente para mis sueños, el desvestirte los brazos, el alejarte la cara inconciente del libro, el cubrirte el cuerpo con el té hirviendo desde la cafetera, el escuchar las respiraciones de ambos en el acto, apurándome a tu boca, pasando mi rostro por tu fino y delicado bigote, rozando mis dedos por tu cara alarmada, apasionada, quemada. Tocando uno a uno los cabellos que retiene tu boca, deslizándome por tus labios, haciendo estaciones minúsculas en el recorrido, sintiéndome Juana de alguna tierna carta en la imaginación de Maupassant. Sólo, tal vez, sería quien mejor te hiciera beber el té, quien mejor te lo sirviera en la boca para después sacarlo de ella e irme bebiéndolo en sorbos silenciosos, por caricias en tus manos, en las piernas.
El verte sentado en aquella habitación, la que ambos conocemos, donde sueles estar acompañando a la soledad de la mesa me hace tener pensamientos inadecuados en el trabajo, me hace desear tocarte en la acción, con el contrato, con la cafetera en mi mano, con la formalidad en mis ropas, me hace delirar, escribir tu nombre con lo parpadeos, gemir con la lengua entre los dientes para no exponerme.
Me va tomando Sebastián, me va tomando. ¿Qué debo hacer? Dímelo, estoy por poner la cafetera en tu rostro Sebastián, no hay mucho que hacer, sólo detenme, tómame los brazos antes de amarte como no me he atrevido, ¡Vamos, detenme!, se me va arrancando la cordura con los días del contrato. Por favor Sebastián, ¡deja tu libro! Impídeme dañarte, ¡Impídemelo todo!..


Judith, tu contratada...

Thursday, June 02, 2005

No dejes de recordarnos José

Por favor José, ve las fotografías, que mientras las ves dejo de morir desde esta cama. ¿Puedes vernos? ¿No te duelen sabiendo que son de los dos? Amo esas fotografías nuestras, siempre están ahí para mí. Todo se expresa perfecto en ellas, son como los sueños jamás soñados en imágenes, son sólo hermosas ilusiones de las que voy a despertar cuando dejes de dormir. Sueña para mí que aún no quiero morir. Tú duerme tranquilo amor, que respiro mientras lo haces, duerme por los dos.


Ana Agonizante

Wednesday, June 01, 2005

Observando recuerdos

Abrí los ojos y les vi, viniendo de una a una, no como quería pero viniendo. Obligándome a observar recuerdos, los que decidí guardar bajo una caja de zapatos de dos décadas atrás, una sombrerera antigua y de un abrigo de piel que nunca se atrevió a usar. Desde mi armario, en el lugar de las fotografías, donde ella.
No dejaban de moverse, deseosas de ser memoradas en esta vez, pues la soledad no les va como a nosotros, no es lo suyo estar guardadas en sí mismas. Tengo claro que son imágenes de situaciones por lo que no están solas, aunque ocultas por los dos, pero no solas como lo creen. Les vi llegando a mí, acercándose, tenía que verlas pues era lo que querían que hiciera, que me dijera que le amaba.
Son veces de ambos en papel. ¿Por qué habría de ver las imágenes si no quiero recordarle?, no le quiero sacar de las fotografías de nuevo, plasmada en ellas está mejor. Yo conmigo, ella dentro del baúl.
Si sé que no está aquí mejor le dejo en el papel para ella y para los dos. No debemos vernos desde las fotografías. Si ya se ha terminado lo nuestro ¿para qué recordarlo? Estar solo me va bien, además no le siento por medio de los sucesos fotografiados, la siento cuando me propongo no hacerlo.


Recuerdos de José