Saturday, June 04, 2005

El Contrato

Desde el inicio siempre he creído extraño el trabajo para el cual me has contratado. La labor de irte sirviendo té en el transcurso de la mañana, es un oficio muy raro, debo admitirlo. Ver como las horas se van pasando y seguimos con la misma actividad, yo preparando tu bebida con distintas plantas y semillas de tu propia casa y tu remitiéndote a beberlo con las piernas cruzadas y el libro en la cara, siempre esperando a que llegue con la cafetera en la mano para llenar la taza acostumbrada, la que deshechas después de la jornada y renuevas al inicio de la otra.
Si acaso me preparo alguna taza de té, es por las tardes, después de la comida y el descanso de la dura misión diaria, la que prometí laborar. Hago el té que sea, no me importa el tipo, no soy muy quisquillosa en el sabor y el origen de mis bebidas, lo hago más que nada para saber la sensación por tu garganta al dártelo en dosis de pequeñas tazas todas las mañanas.
Me sorprende el hecho de la extensión de mi trabajo, aunque no me molesta trabajar tantas horas, mientras tu sigas bebiendo la taza entre ellas, me será agradable la jornada. Pero una cosa si, la que con frecuencia me pregunto: ¿Cómo puedes tener tal adicción a beber mi trabajo? Debe ser algún fetiche tuyo que has traído encima desde la infancia, el cual me va agradando un poco mas todas las sesiones, todos los horarios.
Nunca creí tan placentero el hecho de servirle té durante nueve horas a alguien, tu bien sabes que yo nada más te atiendo a ti, para eso fui contratada, aunque de trabajar en un restaurante del cual fueras un cliente, haría lo mismo. Te atendería únicamente a ti, fingiría ser distraída y pasearme por los demás clientes sin atenderlos, terminaría siempre llenando tu taza cada vez que tomaras un tercio de ella, lo haría exactamente igual que en la actualidad, dándome el placer de dar placer.
Con todo este tiempo en nuestro contrato, he venido pensando que si tomas tanto té ¿Dónde es que te queda el día? No creo que debas pasarte la vida tomando diuréticos, ¿Y tu cuerpo mi buen Sebastián? ¿Dónde queda? Debes irlo queriendo, no puedes irte viviendo con el puro té, así te desgastarás el bello cuerpecito que tienes.
Mi hermano dice que sería un acto creativo y bien remunerado el intoxicar tu ridícula bebida, pero creo que nos perjudicaría a ambos de hacerlo, estropearía la exaltación del momento, callaría nuestras respiraciones para siempre con el simple hecho de impedirte tomar el té, de matarte en la jornada.
No creo que sea una obsesiva, pero me apasiona verte acercar la taza a tus labios, esos tan rojos y bellos, esos que sostienen a un bigote discreto, esos que no puedo dejar de ver, de querer tocar y morder, esos de los cuales deseo beber tu té, pero quiero que sepas que no me importaría el sabor de éste, sólo el sabor que le da a tu saliva, a tus labios. Deseo beberlos poco a poco, sin acabarlos, sin interrumpir tu lectura, sin que prevengas que me los ando comiendo, sin que te des cuenta de la sensación que me produce el servirte té, el morderte los labios lentamente para mis sueños, el desvestirte los brazos, el alejarte la cara inconciente del libro, el cubrirte el cuerpo con el té hirviendo desde la cafetera, el escuchar las respiraciones de ambos en el acto, apurándome a tu boca, pasando mi rostro por tu fino y delicado bigote, rozando mis dedos por tu cara alarmada, apasionada, quemada. Tocando uno a uno los cabellos que retiene tu boca, deslizándome por tus labios, haciendo estaciones minúsculas en el recorrido, sintiéndome Juana de alguna tierna carta en la imaginación de Maupassant. Sólo, tal vez, sería quien mejor te hiciera beber el té, quien mejor te lo sirviera en la boca para después sacarlo de ella e irme bebiéndolo en sorbos silenciosos, por caricias en tus manos, en las piernas.
El verte sentado en aquella habitación, la que ambos conocemos, donde sueles estar acompañando a la soledad de la mesa me hace tener pensamientos inadecuados en el trabajo, me hace desear tocarte en la acción, con el contrato, con la cafetera en mi mano, con la formalidad en mis ropas, me hace delirar, escribir tu nombre con lo parpadeos, gemir con la lengua entre los dientes para no exponerme.
Me va tomando Sebastián, me va tomando. ¿Qué debo hacer? Dímelo, estoy por poner la cafetera en tu rostro Sebastián, no hay mucho que hacer, sólo detenme, tómame los brazos antes de amarte como no me he atrevido, ¡Vamos, detenme!, se me va arrancando la cordura con los días del contrato. Por favor Sebastián, ¡deja tu libro! Impídeme dañarte, ¡Impídemelo todo!..


Judith, tu contratada...

2 Comments:

Blogger Franco Félix said...

Muy bueno, me mantuvo esperando el descenlace. Ah qué Judith, tan necesitada de servir té, cuando menos Sebastián está listo para cuando el agua hirviendo le caiga en las piernas, no sabremos pues, en pleno desangramiento, quién está encima de quién.

saludos.

el post era:

Título: ggg (que yo interpreté como tres gatos)

y el post: gggg (que interpreté como los cuatro gatos en total). qué estúpido. jajaja

salud!

2:09 AM  
Anonymous Anonymous said...

Sí! Judith está afectada, eso de venir trayendo con los días una cafetera en su mano la descontrola, ella sabe que no es fuerte, que las manías le ganarán pronto, muy pronto...

Es buena la interpretación del post!!!...muchas "g" las amigas sonoras de los gatos, tiernas, sofisticadas y salvajes =).

saludos!

4:32 PM  

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