Saturday, June 18, 2005

COMO ELENA

La ara�a de la esquina de mi cuarto es muy inteligente. Quisiera ser ella. Quisiera tener esos ocho pares de p�rpados conmigo para poder cerrarlos, pero s�lo tengo dos, quienes ciegan a mis quebradizos ojos cuando no quiero ver.
Las noches para ella son sencillas, aunque poder dormir involucre cerrar tantos diminutos ojos. Los libros de mi papa suelen llamarle ocelos a los �rganos visuales como los del actual hu�sped en mi cuarto, pues tienen s�lo una lente cada uno de ellos.
Mi papa es entom�logo, es por ello que siempre estoy pensando en los insectos, en como viven y en su anatom�a.
Llevo compartiendo la habitaci�n con este noble ar�cnido hace ya m�s de dos meses. La he nombrado Elena. Llevamos una buena relaci�n, en ocasiones le traigo moscas frescas y las coloco en su tela como fingiendo que han ca�do en ella gracias a sus torpes alas, pero Elena y yo sabemos que es completamente falsa su ca�da.
Nos queremos. Se que ella me quiere, que me estima tanto que cuando no quiero ver en las noches ella cierra todos sus ojos por m�, me hace sentir refugiada, alejando al dolor y a los miedos, clausurando las dos fuertemente a la vista.
Nunca me han gustado las noches, representan la muerte de mis d�as. No me gusta dormir, tampoco mi cama. Prefiero estar con el sol, en la escuela, estudiar y jugar. Casi no estoy en mi cuarto, me es inc�modo, mi ara�a lo sabe mejor que nadie.
Cada vez que se oculta el sol me invade la tristeza, la desesperaci�n, me siento condenada por las noches, es un castigo eterno que he venido recibiendo.
Creo que soy una mala hija, que no me comporto como una ni�a de seis a�os deber�a hacerlo, debe ser eso, pues explica por que mi madre muri� antes que mi memoria pudiera guardarla, y por que las noches no me quieren.
Las noches me son muy oscuras. Le temo horriblemente a la oscuridad, aunque m�s que temor es un odio acumulado que me atrevo a aceptar solamente en los d�as, con luz y con mi ara�a.
La oscuridad es amiga de mi padre. Ambos son iguales. Ambos me lastiman por las noches, ni las sombras ni papa me quieren. Lo �nico que me resta hacer ante el asalto nocturno es llorar, llorar por el dolor, con los ojos cerrados, con la fuerza de ocho ojos es como lloro, para no ver, para no memorizar a mi padre como mis piernas lo sienten, para no saberlo respirando en mi espalda, haci�ndome heridas con sus manos, las que nunca deja sanar.
Quiero ocho ojos que poder cerrar, con quienes llorar todo el dolor. Mientras tanto lloro con Elena, lloro como Elena.
�Tu peque�a entom�loga, M�nica.

3 Comments:

Blogger aleharo said...

mh. yo como elena en mi cuarto habia un camaleon, como llego ahi? nunca lo supe.
pero murió sin cabeza, y derramo su sangre, cuando salio a conocer mi hogar.
( y es neta..)

3:06 AM  
Anonymous Anonymous said...

El te conoció a ti y tu a él, debía conocer tu hogar, para eso llego...Cuál era su nombre?

3:38 AM  
Blogger aleharo said...

no tuve tiempo de preguntarselo

12:28 PM  

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